ESCRITOS SOBRE PSICOLOGIA DE LA PAREJA Y FAMILIA

Entrevista de la Revista Family Insight (UIC-Barcelona) por Consuelo León.

Robert Roche es Doctor en Psicología, pionero en el desarrollo de la Teoría de la Prosocialidad en Europa y creador del modelo de la Comunicación de Calidad Prosocial. Ha sido profesor  de Optimización Prosocial, Psicología de la Pareja y de las Relaciones Familiares y Comunicación de Calidad Prosocial en la Universidad Autónoma de Barcelona desde 1972. Es Fundador del Laboratorio de Investigación Prosocial Aplicada (LIPA) y asesor de distintos Ministerios de Educación en Latinoamérica y Europa. Autor de numerosos libros y artículos sobre este tema, ha realizado cursos, seminarios, talleres y llevado a cabo proyectos europeos en Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Croacia, Cuba, Ecuador, Eslovaquia, Eslovenia, España, Grecia, Italia, Lituania, Macedonia, México, Polonia, Portugal, República Checa, Ruanda, Rumania, Ucrania, Uruguay y Venezuela. Fue pionero en programas escolares de educación cívica en Eslovaquia. Su libro “Etická Vychova” sirvió de base a la regeneración del tejido social después de la caída del régimen comunista. En este país se formaron en prosocialidad más de 3.000 maestros y en la actualidad hay cinco cátedras en esta materia en cinco facultades del país. Los resultados de todo este trabajo fue recogida por Lenz en la revista de impacto: Cambridge University Press.

Dr Roche ¿Qué son y para qué sirven los comportamientos prosociales?

Son aquellos comportamientos que, sin la búsqueda de recompensas extrínsecas o materiales, favorecen a otras personas, grupos, según el criterio de éstos, o metas sociales, aumentando la probabilidad de generar una reciprocidad positiva de calidad, solidaria con efectos positivos en las relaciones interpersonales consecuentes, siempre salvaguardando la identidad, creatividad e iniciativa de los individuos o grupos implicados. La prosocialidad es una actitud voluntaria y de ahí su fuerza en la construcción de la vida cívica y social.

¿Cuál es la aportación fundamental de esta línea de investigación?

En un mundo competitivo muchas veces la propia afirmación procede de la negación del otro. Esta dicotomía puede llegar a estar presente en los diversos órdenes de la vida humana –educativo, laboral, familiar- y dificultar las relaciones altruistas y solidarias que son la base de la sociedad. La prosocialidad propone un paradigma psicológico y comunicativo basado en la comprensión del otro, la empatía, la reciprocidad, la unidad, la confirmación de la dignidad y de la valoración positiva del otro, la ayuda, el dar, el compartir y el cooperar desde una lógica que plantea que uno avanza siempre que el otro también avance. Se trata de una psicología que se orienta, inicialmente, al tú y al otro y no al propio yo, pero que paradójicamente enriquece las relaciones de calidad interpersonal y significativamente a la identidad del Yo.

La prosocialidad nace en EEUU ¿Cómo conoció usted esta corriente pedagógica?

Recuerdo la visita de Paul Mussen a la Universidad Autónoma de Barcelona, allá por los años 80, venía de Berkeley y nos habló  de un libro muy básico en muchas universidades sobre la psicología evolutiva del niño: “Handbook of Child Psychology”. Este hecho y otros trabajos de la profesora Nancy Eisenberg, que había publicado papers sobre empatía y prosocialidad, me produjeron un gran impacto, haciéndome muy atractivo el tema. Después viajé a EEUU para conocerles.

Ha impulsado usted un gran número de proyectos educativos ¿Es en este ámbito, en la educación, donde la prosocialidad tiene una implantación mayor y más adecuada?

A mí me interesaba entender cómo podemos enseñar y transferir la prosocialidad en la infancia, y además averiguar qué papel tenía la familia en todo ello. Nuestros programas – la mayoría de ellos desarrollados en Europa y América Latina- desarrollan la divergencia no la sumisión, impulsan la creatividad; niños y niñas con iniciativa, que dan, que ayudan. La educación no es una relación de poder. Cuando el otro me obliga a ayudarle no hay prosocialidad, eso es otra cosa.

¿Qué es y para qué sirve LIPA?

El Laboratorio de Investigación Prosocial Aplicada (LIPA) nació en la Universidad Autónoma en los años 80. Nuestro objetivo era rescatar la prosocialidad para la Psicología y construir un laboratorio en el que las mismas relaciones interpersonales se convirtieran en un ámbito de estudio. Actualmente LIPA trabaja con una red de expertos internacionales en Prosocialidad y somos un equipo multidisciplinar que desarrollamos distintos proyectos-educativos, penitenciarios, sanitarios, políticos, empresariales- en España, Europa y América Latina. Utilizamos para ello la perspectiva de la PAR (Participatory Action Research) o Investigación Acción Participativa (IAP). Además y con objeto de mejorar estos procesos utilizamos la estrategia de Visualización Participada Prosocial. Hemos participado en unos 15 proyectos europeos de transferencia sobre prosocialidad aplicada, ofreciendo metodologías replicables muy útiles para intervenir en problemáticas sociales como el abandono escolar (Proyecto MOST, 2011); dificultades relacionales y comunicacionales en el ámbito de sanitario (Proyecto CHANGE, 2010), en el sector empresarial turístico (Proyecto Train to Change, 2013) y en la mejora del acceso al mercado laboral desde la universidad; este proyecto lo realizamos en Latinoamérica (Proyecto SPRING, 2012).

La familia recibe hoy muchas críticas….

Cuando en los años 80 empecé a dar clase de la asignatura “Psicología de la pareja y Relaciones Familiares” como asignatura optativa en la carrera de Psicología, corrían tiempos difíciles para la familia. El pensamiento dominante la consideraba una correa de transmisión del poder político y un espacio de lucha entre los sexos. Por ejemplo el libro “La muerte de la familia” transmitía muchas de estas tesis. A lo largo de estos años mis alumnos han hecho cientos de trabajos con familias y tenemos datos sobre la diferencia entre poder y autoridad moral. La familia, en mi perspectiva, tiene cuatro dimensiones fundamentales: afectiva, instrumental o de gestión, participativa y finalmente comunicativa al servicio de las anteriores. Estudiando las reglas familiares podemos diagnosticar y optimizar estas relaciones.

¿Podría afirmarse que la familia es el primer agente de formación prosocial de la persona?

Indudablemente la familia en que los padres actúan con estilo prosocial y que consideran, aquilatan y comentan los deseos de sus hijos desde esa perspectiva, tienen las mejores condiciones para facilitar la aparición de la prosocialidad en sus hijos. Hoy día los padres educan a sus hijos con mucho cuidado pero en ocasiones desde la super protección y esto no tenemos la seguridad que derive necesariamente en prosocialidad. Es difícil medir el grado en que los hijos se identifican con los modelos prosociales de los padres. Precisaríamos de estudios longitudinales de bastantes años. Puede ser que influya uno de ellos o los dos. Y teniendo en cuenta que la clave para entender la prosocialidad es su voluntariedad, sería muy interesante medir ya en períodos cortos acotados, si y cómo se generan actitudes y acciones prosociales en los hijos hacia el resto de la familia.  Es decir: cómo los hijos van demostrando que en lugar de ser permanentes receptores, empiezan a actuar voluntaria (no porque se lo manden sus padres)  y prosocialmente.

Recientes estadísticas muestras que la tasa de suicidios supera a los accidentes de tráfico entre los jóvenes. Expertos del Departamento de Psiquiatría del Hospital San Joan de Deu añaden a los factores bio-psíquicos, el escaso refuerzo de la unidad familiar. ¿Qué está pasando?

La familia se ha debilitado en sus funciones afectiva, instrumental o de gestión, participativa y comunicativa que antes citábamos. Hay dos causas: el creciente individualismo que paradójicamente va unido a altas expectativas respecto al otro cónyuge –una ecuación que a todas luces no funciona- y por otra parte se ha hecho excesiva incidencia en la familia como ámbito emocional, de los afectos y como espacio comunicativo-expresivo. Sin embargo cuando la familia deja de ser el lugar de los valores compartidos y de los propósitos conjuntos, deja también de ser referente y refuerzo para las personas, también en situaciones críticas como ésta.

Ahora se habla mucho de inteligencia espiritual. Usted me parece que tiene una teoría al respecto.

Efectivamente, pienso que los niños aprenden valores, desarrollan virtudes y finalmente alcanzan una inteligencia espiritual no a través de grandes discursos sino imitando, observando…y muchas veces, en los más pequeños, repitiendo comportamientos algo automatizados. Especialmente cuando son muy pequeños necesitan repetir muchas veces un saludo bien realizado que finalmente se convertirá en interés por la otra persona, en actitud prosocial. Hablamos de niños, pero también en personas mayores funciona esto. He impartido seminarios en empresas con este tema: la importancia del saludo. Este tema va a más, lo demuestra el hecho de que recientemente se han defendido dos tesis doctorales sobre liderazgo prosocial.

¿Qué ha pasado en las parejas en estos últimos años?

El primer aspecto relevante es que han pasado a ser parejas secuenciales y aunque muchas situaciones se podrán reparar, el hecho de que la continuidad no haya estado presente dificulta la implantación de las vías necesarias para mejorar la relación. He tratado este tema en mi libro “Comunicación de calidad para parejas inteligentes”. Allí explico la importancia de la ternura en las relaciones íntimas desarrollando un equilibro que yo llamo PAS-PRO(pasional-prosocial). Estas dos dimensiones deben complementarse, las dos son necesarias. La dimensión pasional mira a la conservación de la humanidad y la prosocial desarrolla una proyección más personalizada, la proyección en el otro. Es la mejor inversión para una pareja que quiere mantener su amor toda la vida. También se explica cómo desarrollar la participación equilibrada de los dos en la gestión y en las decisiones de manera que no haya uno que quede sometido, como un cero a la izquierda, en esa relación. Respecto a la comunicación de calidad allí presento un modelo de 17 factores para su mejora.

Family Insight

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ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE RELACIONES DE PODER EN LA PAREJA

1. La pareja y la familia no pueden considerarse y estudiarse solamente desde una perspectiva mitificadora del amor.  Es éste un componente esencial, pero no único.  Como toda relación, la conyugal y familiar está sujeta a fenómenos de poder, dimensión muy nombrada pero escasamente analizada en profundidad.

2.  ​Frente a la ambigüedad y solapamiento de términos y contenidos en la utilización del «poder» en la pareja y familia, proponemos una diferenciación de sus significados, según el ordenamiento esquemático del cuadro 1, que hemos ido justificando a lo largo del presente estudio. (Ver en capítulo del libro citado más abajo)

 3.  ​Cuando se estudia el poder, y concretamente cuando se registra el control conseguido, hay que distinguir si el objeto del poder es justamente el propio cónyuge o son cuestiones comunes fuera de las propias personas.  En el segundo caso, se podrá hablar de toma de decisiones o de peso en la toma de decisiones.

 ​En el primer caso se tratará de relaciones de poder y se tendrá que distinguir entre control sobre conductas manifiestas o sobre conductas encubiertas del otro cónyuge;  las manifiestas -de comportamiento- son las más accesibles, lógicamente, para su estudio;  las segundas, más sutiles, comprenderán las opiniones, actitudes y motivaciones del otro.

 ​Falta un gran rigor y nuevos métodos en el estudio del poder, pues éste no es unidimensional.  Preguntas como ¿quién decide el dinero a gastar? resultan insuficientes ya que pueden haber diversos niveles; es decir, un cónyuge puede decidir en un área y el otro en otra ( cuánto gastar en comida, por ejemplo, puede ser competencia de uno y cuánto gastar en ropa y muebles puede corresponder al otro).  Pero es que, inclusive en un área, un miembro puede decidir a un nivel (cuánto gastar para comer cada día) y el otro a distinto nivel (cuánto gastar para comer semanalmente).

 Los resultados no pueden ser comparados por la discrepancia en los desniveles que pueden ser captados por los cónyuges al ser preguntados.

 4. ​El poder no es algo estático y previsible absolutamente. ​Cuando afirmamos que, en una pareja, uno detenta el poder, no significa que será siempre éste quién decidirá o influirá. Puede haber mayor poder de un cónyuge sobre el otro según los momentos y las situaciones, dentro del ciclo vital familiar, teniéndose que contar pues con las coordenadas espacio-temporales que dinamizan la dominancia.

 5. ​Por tal razón, sólo un modelo dinámico permitiría ver la naturaleza recíproca de las discusiones y negociaciones familiares, ya que el modelo estático solo se fija en los resultados; en este sentido, la teoría sistémica es muy ilustrativa y adecuada. ​Merecen especial atención para el conocimiento y registro de este proceso las teorías sobre la asimetría en las secuencias o en los patrones de interacción social.

 6. ​Este modelo dinámico viene apoyado por la perspectiva bidireccional de todas las relaciones. No es suficiente el modelo lineal-causal en las relaciones  (por ejemplo, madre afectando al hijo y no a la inversa). No puede considerarse la dirección dominante-sumiso aisladamente, sin tener en cuenta la inversa sumiso-dominante y sin la interrelación de ambas direcciones.

​Pueden haber puntos de partida en esta relación circular, pero la puesta en marcha de la propia relación hace indefinibles  esos puntos.  La relación madre-hijo en el momento del nacimiento puede ser paradigmática. ​El poder inicial nurturante de la madre sobre el hijo fácilmente puede invertirse, convirtiéndose el hijo en el tirano de su madre. ​Una relación conyugal aparente «dominador-sumiso» puede esconder, fácilmente una sumisión que obliga a la dominación.

 ​Precisamente, no hay que olvidar en los estudios del poder familiar, el papel, a veces decisivo, de los hijos en el equilibrio del poder; téngase en cuenta que, muchas veces, controlan mayores recursos educativos y de información, de prestigio y ocupación o incluso afectivos, no resultando difícil encontrar núcleos familiares protagonizados por el «hijo preferido».

 7. ​No podemos desligar el estudio del poder en la pareja de los antecedentes constitucionales personales y relacionales de la infancia de los individuos implicados.​Deben tenerse en cuenta los aspectos inherentes a la dotación genética del individuo siendo, posiblemente, verdadera la afirmación de que cuanto mayor dotado esté el individuo, mayores posibilidades de poder tiene, siendo pues importante: la constitución física, el sistema endocrino, el sistema nervioso  (nivel de actividad, umbrales de percepción, reactividad, iniciativa. . . ), la inteligencia. ​Lógicamente, estos aspectos, a medida que el individuo se va desarrollando, van entrando en el juego de la relación social, con lo que, a la dotación objetiva de cada sujeto, debe añadirse la dotación percibida por éste, imaginaria (autoimagen).

 8. ​La teoría de los recursos, el principio de menor interés o envolvimiento amoroso, la teoría de los roles, las normas y expectativas sociales y los valores religiosos, son las variables válidas hasta hoy para explicar el poder conyugal y familiar.

Para leer más:   Roche, R. (2001)  Psicología de la pareja y de la familia. Materials 97 Universitat Autònoma de Barcelona. (pag. 91-105)

 

SOBRE PAREJA, AMOR, FAMILIA, COMUNICACION

 Entrevista de Maria Jesús Nadal en la revista ROL de enfermería a Robert Roche.

Robert Roche es doctor en Psicología, Especialista en comunicación y psicoterapia de pareja,y director del equipo LIPA (Laboratorio deInvestigación Prosocial Aplicada) de la UAB. Ha escrito diez libros –el último de ellos titulado Comunicación para parejas inteligentes–, habla diversos idiomas, y tiene mucha familia.

Viéndolo, resulta el ejemplo palpable de aquella persona que se mantiene vital, alegre y con ganas, precisamente porque aplica en la práctica lo que explica con sus teorías: el arte de las relaciones positivas.
Sobre pareja, amor, familia, comunicación… hablamos con él y también nos explicó en qué consiste el concepto que ha acuñado y al que está dedicando gran parte de su labor investigadora: el comportamiento prosocial.   Éstas han sido sus palabras.

 

Doctor, ¿le parece que comencemos por aclarar qué  significa el término prosocial?

Es toda actitud y conducta que, sin buscar el propio interés,

favorece al otro y hace que se desarrolle y crezca; eso implica

muchas posibilidades de que se produzca una reciprocidad y

una cohesión que potencie la identidad, la creatividad y la iniciativa

de cada miembro de la relación. Pero siempre hay que

tener en cuenta que lo básico es el beneficio y la satisfacción

del receptor. Por ello debemos distinguirlo del altruismo y del

egocentrismo: muchas veces el altruismo está centrado en el

«yo», busca atender su necesidad y no siempre o precisamente la del «otro».

 

¿Y cómo se aplica la prosocialidad al amor, la pareja, la

familia…?

Yo diferencio entre dos tipos de amor: el pasional y el prosocial.

El amor pasional no tiene coste para nosotros; como dice

el término francés “tomber amoreux”, es algo que nos envuelve, una

experiencia fantástica que nos atrapa, pero que se centra

mucho en el ego, en los atributos de belleza, juventud… En cambio, el

amor prosocial exige un coste: debemos invertir a favor del

otro, a la larga es una construcción más personal, hay esfuerzo

pero también una gran satisfacción. Ese coste crea valor y

ayuda a desarrollar nuestra personalidad, se pierde algo de «lo

mío», pero nos da flexibilidad, nos permite olvidarnos de

nosotros mismos para darnos, fluir y disfrutar con ello.

Sin embargo, para que una pareja funcione necesita un

buen equilibrio entre ambos amores (pasional- prosocial, el

PAS-PRO), que se mantenga a lo largo del tiempo.

 

Y, ¿cómo se consigue?

Con muchos elementos, pero uno importantísimo en nuestras

sociedades es la comunicación de calidad. Digo

de calidad porque en el esquema occidental de pareja hemos

idealizado mucho la idea de la comunicación y la hemos

sobredimensionado. Creemos que si no comunicamos mucho

y no vibramos con muchos sentimientos y emociones no iremos

bien. Y, a veces, si la comunicación no está bien planteada

y dirigida crea más problemas de los que soluciona.

Como norma, además de esa comunicación inteligente, yo

sugiero tener un buen equilibrio pas-pro en el terreno afectivo;

y gestionar bien el sistema de toma de decisiones en la

cotidianidad (educación de los hijos, atención a la salud,

empleo del dinero, etc. ), lo que nos implica estar atentos a las relaciones

de poder, ya que si uno de los miembros lo ejerce se

acabó la participación consensuada. Este equilibrio puede ser

no solo custodiado, sino también diseñado y optimizado. Lo

hemos constado con investigaciones aplicadas con más de

200 parejas que han participado en nuestros programas de

mejora de la calidad de la comunicación, lo que ha dado origen

a una de nuestras publicaciones.

 

Volvamos atrás en el proceso, doctor, y comencemos por

el principio ¿cómo se produce la elección amorosa?

Los modelos habituales estudiados en Psicología señalan

aspectos subconscientes y curiosos. A veces, es el modelo

familiar-parental el que influye tanto a favor como por rechazo:

una cara, una voz… pueden servirnos como indicio de modelo o

como contra-modelo.

También cuentan las situaciones externas: según es el

mercado de lo elegible, así son nuestras posibilidades, ya que

se escoge entre lo que hay.

Pero, sobre todo, hay un juego relacional que yo considero

básico: uno escoge, pero también es escogido. Y sentirse

escogido entre tantos es un focalizador de la percepción y de la atracción:

alguien se ha fijado positivamente en mí, lo cual

provoca una gran alimentación de la autoestima.

De hecho, algunos estudios efectuados en jóvenes universitarios

sobre qué factores atribuían al enamoramiento, han

señalado lo siguiente:

  • La admiración. Admiramos lo que no tenemos o desearíamos tener creándose así un vacío adecuado en nuestro interior que permite la entrada a la persona que cumple con esos rasgos.
  • La novedad que nos ofrece el otro. Durante un tiempo es muy importante hasta que nos acostumbramos . Su mantenimiento a lo largo del tiempo, debe armonizarse con la seguridad de lo conocido, puesto que ambos elementos se valoran.
  • El acceso a otra persona y cuerpo. En cada familia existen unos mapas de las zonas del cuerpo que sus miembros pueden tocar, de las partes que pueden acariciar y, de repente, aparece otra persona que ofrece nuevas posibilidades de acceso, y con ello y no sólo: a otro mundo psíquico.

¿Podría darnos algunas normas concretas para conseguir

un buen ajuste de pareja?

En primer lugar debemos lograr nuestra propia sincronización

interna, ajustar nuestros sistemas cognitivos y emocionales,

todos nuestros «yo»; pues hacemos una cosa, pero quizás queremos

otra; decimos una cosa, pero pensamos otra. Esa es la

tarea primordial. Una vez conseguida, se necesitan también

otros elementos: flexibilidad, apertura de pensamiento, una

gran capacidad de empatía para sintonizar con el momento

del otro, y saber perder. Debemos entender que perder con el

otro miembro de la pareja, a la larga, es ganancia, es una prueba

de nuestra capacidad de adaptarnos a la vida y a los cambios

que se van produciendo. Cambiamos con el tiempo,

tenemos experiencias individuales, visiones diferentes, cada

estímulo es un reto de decisión, de una decisión que debe

producirse entre dos personas y en la que, a veces, hay que

saber perder a favor del otro.

También hay que saber manejar el equilibrio entre la proximidad

y la distancia. Hoy en día, en occidente, queremos mantener

a toda costa nuestra individualidad y, al mismo tiempo,

le pedimos mucho a la pareja. Por ello es esencial que aprendamos

a manejar el tiempo y el espacio, que dejemos «respirar

» al otro; eso implica que, en ocasiones, debemos poner

reglas dentro de nuestra pareja y dentro de nuestra familia

que nos ayuden a regular nuestro espacio y nuestro tiempo individual.

En esta conversación ha salido varias veces la palabra

inteligencia aplicada a la comunicación, a la gestión del

esfuerzo… ¿qué debemos entender por inteligencia?

En Psicología hemos pasado de un concepto cognitivo a

hablar de diversas inteligencias: emocional, práctica, interpersonal,

intrapersonal, social, estética, pragmática, espiritual. Hoy

está aceptada esta variedad, pero aplicada a la pareja la palabra

inteligencia significa, en primer lugar, una competencia lingüística

que nos lleve a una comunicación correcta; una inteligencia

intrapersonal que nos permita conocernos a nosotros mismos,

saber qué sentimos y qué pensamos; y una inteligencia

interpersonal para comunicar-interactuar con el otro.

Y, ¿podría darnos algunos consejos para facilitar nuestra

comunicación?

Señalaré algunos de los que me parecen más importantes: en

primer lugar, tener en cuenta que la comunicación humana

es secuencial, es como un tren con muchos vagones; si el otro

reacciona a mis primeras palabras enseguida, es muy probable que yo

reaccione y altere el orden de mis vagones o que olvide algunos. Por lo

tanto debemos tenerlo en cuenta para no perder de vista qué

es lo que yo quiero decir. El mecanismo de interrupciones

mutuas puede ser positivo si juntos desarrollamos algo

nuevo, pero también puede alejarme de mi objetivo.

También debemos ser conscientes de que cuando quiero

hablar con alguien estoy llamando a su puerta; yo tengo un

momento quizás adecuado, pero no sé cómo es el del otro. Esta asimetría inicial

a veces puede ser abismal.

Un tercer elemento importante es nuestra disponibilidad

como receptores. Dejar lo mío y aceptar lo del otro nos cuesta

mucho, debemos entrenarnos para ello. Y, dentro de la

pareja, la disponibilidad se avería con el día a día a lo largo de

los años, así comienzan las “llamadas desatendidas” y cada una

de ellas supone una ocasión desaprovechada de tener en cuenta al otro,  en la comunicación.

Si queremos renovar cada día la relación con una persona debemos

“hacerle caso” a la primera, y no repetir los temas, no ser recurrentes,

no abusar de ellos.

Mi consejo final sería: estemos disponibles siempre como

receptores y seamos oportunos como iniciadores.

 

Gracias, Robert Roche, por habernos dado pautas para mejorar

nuestro estilo comunicativo y por hacernos reflexionar sobre

cómo lograr una relación más armoniosa con nosotros mismos

y con los demás.

 

BIBLIOGRAFÍA

Roche, Robert (2009). Comunicación para parejas Inteligentes. Madrid: Pirámide.

Roche Robert (Ed.) (2010). Prosocialidad, Nuevos desafíos. Métodos y Pautas para una optimización creativa del entorno. Buenos Aires: Ciudad Nueva