CAMBIO RADICAL DE PERSPECTIVA
Esta mañana he recibido este fragmento de meditación espiritual que reproduzco más abajo y que me hace reflexionar sobre su aplicabilidad y efectividad en un mundo de consciencias poco susceptibles a impresionarse ante pensamientos espirituales que se antojan poco pragmáticos y científicos o comprobables.
Desde una visión psicológica y neutra en lo ideológico o religioso me planteo si hubiera un modo de verificar y objetivar si los pensamientos y emociones religiosas, realmente, producen consecuencias conductuales e incluso actitudinales bien determinadas de modo que pudieran verificarse como resultados creíbles y bien determinados, beneficiosas para la persona, para las relaciones interpersonales y, en definitiva, para los grupos y la sociedad.
Aquí tenemos una propuesta espiritual y religiosa de Chiara Lubich.
La pregunta sería: ¿su propuesta no sería un reto muy interesante para todos, si produce alegría, paz, benevolencia, magnanimidad, y además una reciprocidad positiva entre las personas?
Es decir la propuesta ¿es sólo para los convencidos desde una perspectiva religiosa, cristiana o humanista? La propuesta supone, desde luego, un cambio radical de perspectiva que podríamos resumir en pensar, sentir y actuar siempre en favor del otro. Es decir asumir muy conscientemente y de manera muy predeterminada y premeditada el tratar de vaciarse del yo, del ego omnipresente para pensar, sentir y actuar como el otro quisiera ser pensado, sentido y tratado.
A quienes desconfían de esa posibilidad me atrevería a proponer que más que dudar, se decidieran a experimentarlo. En más de 20 años esta propuesta la he ofrecido a mis más de 1000 alumnos de psicologia en la asignatura de la UAB, denominada Optimización Prosocial.
Asignatura que más allá de debatir el modelo teórico de su base científica, se propone a los alumnos a que se conviertan en laboratorios vivos de prosocialidad con acciones de ayuda, de dar, de servicio, de escucha, de empatía, de solidaridad, de unidad, acciones diseñadas precisamente a personas con las que se tuviera dificultad ( antipáticos, adversarios, etc). o en momentos de ánimo bajo, etc. Con metodología muy precisa y sistemática de la que mantenemos centenares de ítems (fichas, narraciones etc.) verdaderamente sorprendentes e interesantes.
Esta puede ser una aventura fascinante que quizás muchísimas personas la conocen poco o han practicado poco, excepto en las relaciones interpersonales muy cercanas o íntimas. Son personas que se caracterizan sólo por el “tomar” el “recibir” y poco en el “ dar” en las relaciones con cualquier persona.
Creen que sólo necesitan el “tomar” pero han experimentado muy poco el gozo de “dar”. Ciertos autores ya están poniendo de relieve cómo los “Takers” (Tomadores) se autoengañan y no se dan cuenta de que van quemando relaciones, mientras que los “ Givers” (Dadores) van construyendo relaciones duraderas que aunque silentes se convierten en “oportunidades durmientes” pues se mantienen como reservas de relaciones positivas por despertar en cualquier momento, de manera sorprendente, incluso pasados los años.
A parte de estos resultados tan eficaces para la construcción del tejido social, quien se aventura en esta experiencia del dar y ayudar, puede alcanzar niveles de pensamiento y convicción muy fuerte, con un gran significado espiritual que cambia la propia visión para seguir auto motivándose en ese actuar orientado al “otro” y al “tu”.
23/06/2016: Mirar-nos amb” benvolença”.
“[…]Viure pels altres, viure els altres, implica abdicar d’un mateix….. Quan també es comença a estimar els altres d’aquesta manera, i així som també estimats, s’experimenta passar d’un nivell de la vida de l’esperit a un de superior, hom s’adona d’un salt de qualitat en la vida interior. Es coneixen, de manera nova, els dons de l’Esperit, una alegria mai experimentada, pau, benvolença, magnanimitat…S’adquireix una llum nova, que ajuda a veure cada esdeveniment en Déu. Al mateix temps, aquest amor recíproc testimonia Crist al món. Ho va dir Jesús: Per això tots sabran que sou els meus deixebles, si teniu amor els uns pels altres.I, com sabem, és l’inici de la revolució cristiana (…).”
(Font: Chiara Lubich – L’amore reciproco – 10-09-2006 – Ed. Città Nuova)CAMBIO
LOS PRIMEROS MOMENTOS. LOS SALUDOS.
Se podría decir que los primeros momentos de una relación son muy importantes. Los primeros segundos de un minuto, los primeros minutos de una media hora, la primera media hora de una tarde.
La manera como empezamos un encuentro con alguien puede marcar la comunicación posterior. Las primeras huellas condicionan. Todos hemos experimentado cómo afecta una buena o mala cara al momento de reencontrarse con la pareja, el amigo, el compañero de trabajo.
Por supuesto, siempre se puede enderezar y mejorar, en una comunicación, un mal comienzo, pero habremos ganado mucho si lo hacemos bien desde el principio.
Los saludos son los rituales que regulan el encuentro entre dos personas. Debe ser un momento muy personal e interpersonal y podría ser un concentrado simbólico de todo aquello que queremos expresar a esa persona, nuestro interlocutor.
Así, si el otro tiene mucho valor, un valor positivo absoluto, merecedor de dignidad, respeto, estima, si la relación con él significa algo importante deberíamos llenar esta ocasión, estos segundos o minutos, de autenticidad en la voluntad de donación y acogida, que más allá del ritual, transmitiera bien nuestros sentimientos que deberían procurar ser de alegría, de positividad, de buenos deseos por el otro, de confianza.
Las expresiones físicas del saludo dependerán de las costumbres culturales y familiares: apretón de manos, besos, abrazos. Todo, medios de aproximación, de benevolencia, de estima. Hoy día, cada vez más hay
conciencia de los efectos benéficos de estas aproximaciones físicas.
Mirada a los ojos, orientación del cuerpo, distancia e intensidad adecuadas: elementos necesarios para el encuentro.
No siempre somos capaces de controlar bien y dirigir este aspecto de la comunicación facial y gestual. A veces parece que la comunicación metaverbal nos traiciona: queremos expresar acogida y quizás mostramos lo contrario. Esta comunicación-no-verbal en cualquier caso es la más
transparente y emite estados de humor, no siempre, positivos.
Habrá que esforzarse para que con nuestra sonrisa, con gestos que expresen acogida y, sobre todo, con palabras amables, de interés para la escucha al otro, orientemos y reconduzcamos la comunicación-no-verbal que en
principio se resistía.
Si, pues, los saludos tienen tanta importancia, ¿porqué no lo
explicamos a los niños, a nuestros hijos, a nuestros nietos?.
Hace pocos días, reuní a algunos de nuestros: les dije que quería decirles allí algo muy importante que les serviría para toda la vida.
Con gran misterio y atención mía y por parte de ellos, les expliqué que harían muy bien cuando se encuentran con tíos, parientes, abuelos, no esperar que estos
les vengan a saludar sino tener iniciativa y correr a saludarlos con buena cara. Y que ésta es la manera de tener unos momentos, quizás los únicos, preciosos, de relación con ellos, con los adultos.
Incluso sería fantástico que les supieran hacer algunas preguntas sobre qué tal se encuentran, mostrando interés por ellos.
Después ya pueden ir a jugar porque han hecho algo muy importante: han conseguido enviar un mensaje al tío, al abuelo, a la abuela, de buen rollo, que, con toda seguridad, el tío, la abuela guardará en la memoria por mucho tiempo e irá confirmando en las próximas veces, si estos saludos se repiten.
Este tío siempre que piense en él o hable con otros familiares dirá: este niño es muy vivaracho, simpático y tiene personalidad. Y esta imagen y esta buena impresión permanecerá en la mente de estos familiares. El niño se habrá creado una buena fama en la familia, lo que deberá darle satisfacción, contribuirá a su buena autoestima y habrá sido un aprendizaje de creatividad e iniciativa para otras situaciones.
No empleé más de 10 minutos en explicar esa cosa tan importante. Bastó. Cambiaron el talante. Uno de ellos, especialmente, cuando llega, siempre va decidido y determinado a saludar a todos y cada uno de los presentes. No se arrepentirá. Ahora de más mayor aún reconoce que aquellos 10 minutos de aquel día fueron muy importantes para su vida.
Y esto no es sólo cosa de niños o para niños.
Robert Roche
UAB.
Septiembre 2017
LA RELIGION, ¿INFLUYE O MOTIVA EN LA AYUDA Y LA SOLIDARIDAD?
La religión tiene una gran influencia como estructurante de los pensamientos de las personas. Las creencias religiosas son unos pensamientos o conocimientos que la persona asume como certezas y que habitualmente están en la cima de sus valores, y que proporcionan sentido y significado a los sucesos vitales, del mundo o de la sociedad.
Contribuyen a reinterpretar y revaluar el significado de la realidad y reconstruir positivamente los sucesos negativos por ejemplo la enfermedad o muerte de un ser querido.
El tener una visión del mundo en donde los sucesos no ocurren por casualidad o bajo posibilidades probabilísticas, sino bajo la voluntad o permisión de un ser omnipotente, facilita la asignación de significados a todos los sucesos.
El hombre necesita una previsibilidad, una cierta comprensión y anticipación mental de los profundos problemas de la existencia.
Esto resultaría favorable para la salud personal. Pero por otra parte pueden haber aspectos desvaforables, sobre todo cuando uno siente sus límites personales para alcanzar metas tan altas, es decir puede sentir una cierta frustración por el bajo cumplimiento. Los sentimientos de culpa que esta inadecuación puede generar serían nocivos para la salud personal.
Dentro de las influencias que la religión ejerce sobre las mentes sería interesante analizar su dimensión horizontal respecto a las relaciones humanas ideales que propone. Una forma sería diferenciar aquellas doctrinas que favorecen y estimulan los comprtamientos prosociales.
Por tanto, indudablemente, aquí hemos de destacar todas aquellas doctrinas religiosas que proponen los siguientes valores al máximo nivel de importancia:
1) El ser humano como poseedor de una dignidad trascendente, es decir inalienable y universal, merecedor por tanto de un reconocimiento de esta dignidad por los demás. (Respeto y valorización de esa dignidad)
2) El ser humano como merecedor de estima y amor.
3) Las relaciones humanas guiadas por un equilibrio entre la atención a las necesidades de Yo y la atención al Tú, al Otro u Otros.
4) Los conflictos entre los seres humanos superados por esa estima y amor que alcanza incluso al enemigo.
Estos valores serían fundamentales para establecer un plan de educación o formación a la prosocialidad.
No conocemos en qué medida sea necesaria la religión para dar fuerza a estos principios, por ejemplo, en el impulso originario y en el mantenimiento de una motivación de las personas que actuarían como agentes de cambio prosocial, que se orientan a actuar generativamente en el cambio de otras personas, con notables costos personales.
Lógicamente las personas que mentalmente aceptan y atribuyen una trascendencia religiosa a sus acciones, asumen y poseen ya una estructura cognitiva elaborada por la religión y sancionada positivamente y reforzada por la comunidad creyente.
En otras personas con creencias en los mismos principios pero sin referente directo a lo religioso, no conocemos si esa falta estructural o social de doctrina, e incluso esa falta de comunidad referente es superada por un mecanismo de auto-fidelidad a sus principios. Sería una cuestión de interés el estudio científico comparativo de ambas experiencias (religiosa y no religiosa de una similar orientación prosocial).
Tengamos en cuenta que en la motivación y en la actuación de esos principios hemos de distinguir, no sólo la intensidad y fuerza sino la persistencia, duración de las conductas. Y respecto a las metas, la extensión o universalidad de esos principios: por ejemplo, estima no sólo a algunas personas o colectivos, sino a todas.
Entre el nivel de creencias y el nivel de los comportamientos hay notable distancia. Por esa razón no podemos quedarnos simplemente en este nivel de la creencia.
Pueden existir personas muy convencidas de su adhesion a los principios enumerados pero ¿en qué medida afectan a sus conductas prosociales? Aquí entraríamos en sus niveles éticos y la aplicación y el cumplimiento de los correspondientes comportamientos.
Se abre aquí todo el ámbito de la moralidad, más o menos coercitiva o impulsión de la religión hacia la ejecución o no-omisión de conductas prosociales.
Sería de interés calibrar rigurosamente qué medidas utiliza la praxis religiosa para impulsar y conminar a sus fieles a ese actuación prosocial y nivel de efectividad de las mismas. Y estudiar diferencias comparadas de las religiones.
Temas imprescindibles de estudio psicológico aquí: conciencia moral, satisfacción moral, premio, cielo, paraiso, sentimiento de culpa, pecado, castigo, arrepentimiento, perdón. Si quisiéramos explorar los aspectos coincidentes o relacionados de religión y prosocialidad, propondríamos examinarlos desde la perspectiva de sus efectos o influencias y en especial de sus consecuencias positivas o beneficios, sobre las personas.
Para ello distinguiríamos dos niveles:
1) Consecuencias para el yo (para el autor, autores o sujeto, sujetos)
2) Consecuencias para el otro (el receptor, receptores, grupos, colectividades)
En este sentido, el foco no estaría en las creencias de las personas, sino más bien en cómo ellas procesan sus creencias para enfrentarse a los problemas; es decir, cómo los recursos religiosos pueden contribuir al progreso y solución de los problemas personales y sociales.
Robert Roche
Agosto 2017
UAB
AUMENTAR NUESTRA GENEROSIDAD
Aumentar la calidad y cantidad de nuestras acciones de ayuda, solidaridad, donación, generosidad, escucha auténtica, valorización positiva del otro, de cohesión y unidad, es decir prosocializar nuestra vida, significa dejarse penetrar por el espíritu y conceptos de la definición para que fecunden nuestras actitudes tratando de concretarlas llevándolas a la práctica en forma de acciones operativas.
Operativas en sentido:
- científico que permiten ser visibles, observables, cuantificables, medibles y por tanto susceptibles de un tratamiento lógico, racional, sistemático de sus datos
- y en el sentido humanista como operantes, que operan, que influyen, que afectan, lógicamente al receptor, siempre desde su criterio y aprobación y no desde el nuestro, con la consciencia de que esa operación no se detiene, sino que fluye hacia otros receptores posibles, en su efecto difusor multiplicador.
LA CANTIDAD, como dimensión operativa que muestra la ocupación progresiva
- de nuestra dimensión temporal, en la cotidianidad, en la secuencia de los hechos y situaciones en el paso de los minutos y las horas
- y de nuestra dimensión espacial en todos nuestros espacios psíquicos,
o internos de nuestras cogniciones, de nuestras emociones y sentimientos y actitudes, o externos en su presencia real, activa, dinámica y creativa en la proyección hacia fuera, hacia los demás en las relaciones interpersonales y grupales.
LA CUALIDAD, cuyo criterio de excelencia es la potencialidad o capacidad que esas acciones tienen de generar reciprocidad, unidad y creatividad en las personas y grupos implicados.
Tener en cuenta estas dimensiones de la calidad y la cantidad podría ser un modo de concretar muchas de nuestras intenciones, deseos bonitos y buena voluntad.
Robert Roche
LIPA-UAB.
Agosto 20
DESAFIAR NUESTRAS TENDENCIAS
No me resigno. No me resigno a mis tendencias, a todas aquellas tendencias negativas que pueden estar justificadas, que pueden incluso explicarse científicamente. Son tendencias tan previsibles que incluso se pueden pronosticar. Tendencias que la mayoría de veces sólo son reactivas a las conductas de los demás. Es decir, cualquier cosa negativa que uno reciba debe tener respuesta negativa o agresiva.
¿Acaso debo seguir lo que me pide el cuerpo? El cuerpo, mis instintos, mi intuición, ¿es siempre el mejor criterio para mí actuación? ¿Porqué he de seguir con la defensa continua del yo? ¿Nos vamos a acomodar a que somos limitados? ¿Realmente estamos atados a nuestros limites, a nuestros prejuicios, a nuestras emociones, a nuestras envidias, a nuestra ira y agresividad?
¿Acaso debo reaccionar siempre negativamente a una presencia, a una palabra del otro que me perturba, que me molesta, a una crítica, a incluso una desvalorización del otro? ¿He de depender del otro de este modo? ¿Le he de conceder este poder de conmocionar mi autoestima y mi vida?
En general sólo somos capaces de reaccionar de modo similar y simétrico al otro..
No me resigno a todo ello. Por ejemplo a solo ver lo positivo de nuestros hijos y de cuidarlos protegerlos y defenderlos y por otra parte tenemos muy cerca los hijos de nuestros vecinos, quizas en necesidad, a quienes ni siquiera los miramos.
No me resigno a las ancestrales tendencias de defender las fronteras de mis patrias, de mis pueblos, de mis países o a ver sólo lo bueno de mi pueblo, comunidad, y en cambio con los pueblos o comunidades (autónomas) vecinas, contiguas, mantener la indiferencia o peor, el menosprecio.
Los conflictos interminables y las guerras son la sucesiva reacción negativa.
Pero tendríamos, tenemos, la capacidad para reaccionar de otro modo. Aprovechamos muy poco las ocasiones de reaccionar creativamente desde la positividad.
Seamos capaces de afrontar, de retar, de desafiar nuestras tendencias
Hay que construir nuestra actuación desde lo más alto y noble que poseemos que es la capacidad de trascender nuestras tendencias en aras de un valor, de una idea, por ejemplo la estima prosocial, para que ella vaya transformando nuestras vidas demasiado apegadas a emociones sin control.
La psicologia debería divulgar sus descubrimientos y asegurar que el saber perder, el saber ceder puntualmente ante el vecino puede ser el inicio de una nueva relación.
Saber dejar entrar al otro y acogerlo, darle cabida y no sólo una vez. Cuando se ha quebrado la confianza no basta un gesto amable o de ayuda o servicio, es necesario tantas veces cómo sea necesario para mostrar nuestra autenticidad y gratuidad.
Sólo así se podrán superar esas tendencias ancestrales que me llevan a mantener el prejuicio, la enemistad, el conflicto, que pueden conducir a la guerra sorda..
Vergüenza ajena por nuestro gobernantes que como máxima inteligencia política sólo saben actuar desde esas tendencias ancestrales de siempre, regidas por el poder, la ambición y los recursos económicos y el contragolpe del ver quién puede más.
Robert Roche
LIPA-UAB. 12 agosto 2017
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE.
Se dice que vivimos en la época de la incertidumbre.
Pocas certezas. Mucho relativismo.
Quizás tiempo adecuado para irse haciendo las grandes preguntas que el ser humano se ha planteado desde que tiene consciencia.
¿De donde vengo, a dónde voy?
La ciencia sólo alcanza lo observable y trata de bucear en los albores del surgimiento del cosmos, de la vida y de la consciencia reduciendo y simplificando todo a unos cuantos elementos, energía y ondas.
Las religiones nos ofrecen respuestas más cercanas a nuestra vida personal. La mayoría de ellas desde un origen más allá de la materia y que se concentra en la existencia de un creador bueno.
Y nos aseguran la existencia de una vida perfecta en un paraíso después de nuestra muerte.
En un reino de los cielos.
Reinar, una palabra que habría que deconstruir para desposeerlo de su significado vertical y de poder.
Podríamos entenderlo como un país ideal, un país de cielo, de paraíso, en donde no cabrá la infelicidad ni el dolor y en donde las relaciones entre los seres que allí habitan son perfectamente armónicas y maravillosas.
El cristianismo especialmente actualizado, nos ofrece la posibilidad de iniciar ya aquí en esta vida terrena una experiencia de convivencia muy funcional que se parezca a la que gozaríamos con plenitud en ese país ultraterreno.
Una convivencia actual que incluso se vincularía con la futura hasta el punto que se eternizarían todas nuestras acciones y relaciones siempre que siguieran ya aquí las leyes de ese país ideal.
¿Porqué la laicidad no creyente no puede contemplar una posibilidad de que ese país ideal pueda existir, entre tantas teorías?
Sobre todo cuando tantos millones de personas en el mundo están tratando de vivir ya aquí esas leyes del amor y afirman que cuando lo consiguen orientándose a salir de sí mismos para acoger y amar a los otros, empiezan a gustar de experiencias plenas de sentido y significado, aumentando sus convicciones de que ese «reinado» del amor existe donde la diversidad humana no sea obstáculo, antes al contrario, pueda contribuir a la cohesión, armonía y unidad.
¿Esta experiencia universal es producto solo de una ilusión o sugestión personal y colectiva?
¿No podría valer la pena que las personas con inquietudes de búsqueda pudieran asumir esa posibilidad y entre tantas formas de vida no pudieran apostar por probar y experimentar esta vida de amor prosocial tan funcional para las personas, las relaciones y los grupos o sociedades?
¿Descartaremos esa posibilidad sólo por prejuicios anticlericales o antireligiosos o experiencias sufridas de un moralismo autoritario?
El estudio experimental de formas de vida que facilitara una organización colectiva social basada en una ética de la ayuda, la empatía, la solidaridad, la valoración del otro, todo ello enseñado en las familias y en la escuela, ¿no justifica un interés político y social de apoyo a la ciencia y los cientificos para que puedan experimentar positivamente y verificar y si acaso demostrar y divulgar los beneficios de esta ètica prosocial vívida para la salud integral de las personas y las sociedades?
Robert Roche.
Agosto 2017
LA CONTRARIEDAD
En la escala de las cosas negativas que nos suceden, quizás podríamos situar el concepto y la palabra contrariedad en un primer eslabón, el más bajo de ellos junto a otros como las molestias o las más pequeñas y breves incomodidades que, precisamente por su poca entidad tienen poco significado: un pequeño tropezón, un bolígrafo que nos cae de la mano, un breve y pequeño ruido exterior, etc. Desde luego, siendo tan insignificantes, sus repercusiones son mínimas.
Como más importantes podríamos situar la adversidad o la desgracia o la enfermedad o el conflicto.
Las contrariedades son pequeñas y a veces breves experiencias que nos incomodan, obstaculizan, interrumpen o perturban nuestra voluntad o intención en la consecución de un objetivo ya pensado o planeado, o novedades imprevistas contrarias a nuestras expectativas.
Generalmente, se nos presentan con frecuencia, casi cotidianamente, incluso varias veces al dia.
Para un cierto análisis de las mismas, me gustaría dividirlas en aquellas que están originadas por algún imprevisto del ambiente, circunstancia o situación que obstaculiza nuestra actuación o perturban nuestro estado anímico (Tipo A) y en otras que son debidas no a las circunstancias sino a las palabras o acciones de otras personas. Las podríamos denominar de tipo B.
Disponemos de muchos ejemplos a partir de las experiencias de contrariedad de un grupo de voluntarios que a través de Whats App han querido participar en una cierta investigación poniendo en común una descripción de las mismas y de qué modo las han afrontado.
Estas contrariedades podrían ocasionar momentos de no-bienestar o de malestar, incluso afectando a nuestra felicidad puntual y presente. Todas ellas pueden afectar también al humor de los momentos o tiempos siguientes, por lo que tienen una importancia notable, pues el humor, como toda emoción, puede cambiar y mantenerse en el ánimo. El humor y ánimo bajos sabemos que pueden influir en el modo en que realizamos nuestras próximas acciones e incluso en nuestros pensamientos y, en ocasiones, pueden afectar a nuestras decisiones inmediatas.
Saber identificar, pues, las contrariedades cuando nos suceden y, sobre todo, conocer los modos cómo generalmente las afrontamos podría significar un aprendizaje muy útil y funcional para lograr su superación e incluso optimización.
Formaría parte de nuestro progreso hacia una mayor inteligencia emocional: identificarlas y saber afrontarlas de manera que nos afecten lo menos negativamente posible en el curso de nuestras acciones, comunicación o pensamientos.
Fundamental para las personas que tienen un rol de liderazgo o pedagógico, tanto en vistas a la necesaria optimización de su rol directivo o educativo como a su propia capacidad de generar salud y evitar estrés.
En las contrariedades de tipo A, sucesos inevitables generados por las circunstancias, la vía recomendable sería la de saber reconocer la contrariedad e inmediatamente darle un significado, es decir poder descubrir el sentido positivo que tiene para mi vida, en general, y el lado positivo de aquella situación en sí misma por ejemplo, un aumento de capacidad de comprensión o incremento del grado de conformidad o aceptación de mis límites.
En una perspectiva más social, el significado o sentido podría elaborarse orientándolo a una solidaridad genérica con el sufrimiento del mundo, aceptando que todos y cada uno estamos inmersos y participamos en esa distribución del sufrimiento.
Más personalmente, se trataría de una mayor consciencia y presencia de las personas conocidas que pasan por situaciones dolorosas y así poder solidarizarnos con ellas. El amor cristiano propone algo tan fuerte como una cierta comunión con ese dolor ajeno, mediado por o dirigido a Jesús como cénit colectivo y universal del dolor humano.
En cuanto al lado positivo que la contrariedad presenta en sí misma, se trataría de identificarlo y convertirlo en oportunidad para otras acciones positivas. Por ejemplo, si se me ha estropeado el televisor, el lado positivo puede ser: disponer de más tiempo para conversar con los otros miembros de la familia, dedicar más tiempo a la lectura, etc.
En las contrariedades de tipo B, aquellas que nos las han provocado otras personas, (a veces más frecuentes incluso en la cotidianeidad de las convivencias de pareja o familiares), el significado y sentido debería transitar por la comprensión y aceptación de que las relaciones interpersonales, con objetivos conjuntos, siempre conllevan, lógicamente, diferencias de opiniones, pareceres, que inciden en la toma de decisiones, lo que obliga a replantearse un equilibrio ideal en las relaciones de poder, que no siempre se consigue en las opciones que debemos realizar sobre la marcha.
Por lo tanto, la orientación y actuación prosocial supone saber perder momentáneamente la propia intención o voluntad para saber aceptar la del otro. La comunicación de calidad prosocial, tal como se realiza en el vaciado voluntario del propio pensamiento, la escucha profunda para el abrazo cognitivo, ya comentado en otra sección, pueden moderar y encauzar nuestras emociones negativas de aquel momento.
Así pues, el aprendizaje y la experiencia de cómo asumir las contrariedades y positivizarlas considerándolas una oportunidad de mejora será fundamental para afrontar la adversidad y otros retos más difíciles de nuestra vida.
Robert Roche
LIPA-UAB. 31 julio 2017
LA DIVERSIDAD, EL CONFLICTO Y LA DISTANCIA AFECTIVA
En una edición anterior me referí al abrazo cognitivo como una via prosocial para acercar personas y mentes e incluso a veces para incrementar la empatía emotiva, emocional.
Pero las diferencias muchas veces facilitan también los conflictos. Incluso las palabras, la comunicación humana, que siempre es limitada estructuralmente, puede, en lugar de disolver los conflictos, incrementar su problematización.
Pues la comunicación, más allá de transmitir significados, transmite valoraciones sobre el emisor y el interlocutor. Si estas valoraciones sobre el otro no son buenas, no están afinadas, es muy probable que junto a palabras incluso bonitas se esté transmitiendo insinceridad o por su transparencia comuniquen esas valoraciones deficientes sobre nuestros interlocutores.
Una consecuencia, por tanto, para prevenir estas comunicaciones desvalorizantes, es tener bien resueltas , y he dicho afinadas, nuestras apreciaciones sobre los demás y ajustadas a nuestros valores y actitudes que, siendo prosociales y de estima, deben poder transmitir esa positiva apreciación.
Pero, ¿ el abrazo cognitivo siempre ajusta y afina nuestras emociones, nuestros sentimientos con esos valores ideales? Probablemente no siempre, a menos que detrás exista una motivación muy potente para ello.
Pensemos en algún conflicto actual. En Catalunya y España estamos viviendo una situación alarmante. ¿Bastará, después, en el caso de que se produzca el “choque de trenes”, un pretendido abrazo cognitivo entre las partes (sean éstas, grupales, interpersonales o políticas )?. Percibo un riesgo importante de que se fragüe un conflicto interno, emocional que puede durar muchos años para restañarlo y curarlo.
Los últimos acontecimientos hacen presagiar que lo que inicialmente eran unas diferencias de identidades de pueblos o de nacionalidades y políticas se convierta en un riesgo de distancia afectiva no sólo entre ellas sino en el seno misma de las asociaciones, comunidades, ciudades, pueblos o familias. Más grave aún entre familias.
Estamos viendo en lo social y político, una polarización de argumentos todos ellos a la defensiva y al “ataque”. Evidente es que no hay apenas ni conocimiento real, ni escucha de la postura del otro: mucho menos de los orígenes y causas de cada posición.
Es decir muy lejos del abrazo cognitivo que supondría tratar y desear de comprender de dónde diablos surge esa posición tan contradictoria respecto a “mi visión”.
Pero incluso si se llegara a una cierta comprensión de la perspectiva del otro, acercándonos pues al “abrazo cognitivo”, es posible que la distancia afectiva, emocional persistiera.
¿Qué podemos hacer para optimizar estas situaciones si de verdad queremos restañar las heridas y transformarlas en fuente de acercamiento y de unidad?
Tiene que haber algo trascendente más allá de las percepciones, pensamientos, emociones, deseos, visiones, perspectivas que nos guíe, acompañe y estimule a la superación de todo ello. Y sólo puede ser basada en unas convicciones muy fuertes en la Sabiduría, en el Espíritu del Bien, que asuma, integre y resuelva lo complejo, lo múltiple, lo diverso, lo diferente, en el Uno.
Acaso las religiones podrían ofrecer esa presencia. Hay quienes han comprometido su vida en esa posibilidad. Necesitaremos de estos mediadores.
Robert Roche
Profesor de Psicología y Prosocialidad
LIPA-UAB. 8 julio 2017
SOPORTAR, SOPORTARSE
Me gustaria profundizar sobre la procedencia y etimología del concepto original del verbo «soportarse» que algunas veces aparece en las enseñanzas evangélicas para referirse a una de las dimensiones deseables del amor en las relaciones humanas.
Especialmente porque contrasta con otras dimensiones muy deseables y muy idealizadas del amor, del amor puro. En ese sentido aunque soportar al otro pareciera que rebajara los kilates de esa pureza, es un verbo que consuela nuestra incapacidad en conseguir un amor tan Ideal como a veces se nos propone. Y se convierte en algo más realistico porque concilia la contradicción entre nuestro sentimiento negativo hacia el otro conjugándolo con la conducta apropiada y acorde con nuestro valor Ideal.
Robert Roche
22 junio 2017
A QUIEN TENGO EN MI VIDA
“Lo mas valioso no es lo que tengo sino a quien tengo en mi vida”.
Me interesa profundizar sobre esa máxima que puede convertirse en pregunta.
A quien tengo en mi vida. Un primer significado sería equivalente a con quién cuento en mi vida.
Descartemos hoy el significado de posesión que nos llevaría a otras reflexiones también muy interesantes y quizás provocativas vinculadas al apego, dominación, sumisión o dependencia en las relaciones. Pero también muy útiles para examinarnos desde una visión espiritual e incluso evangélica respecto a unas relaciones sanas y felices.
Con quién cuento tendría un significado más horizontal y recíproco de ayuda mutua o cooperación. Qué personas y qué cercanía tengo con ellas como para sentirme por una parte concernido e implicado respecto a movilizarme sin duda cuando les pasa algo. Y viceversa, a quién puedo acudir en caso de que sea yo quien necesite algo.
El repertorio de personas en esas condiciones puede depender mucho de la cantidad, amplitud y profundidad de los lazos familiares y de amistad.
Lazos que además de ser de carácter emocional dependen también de cómo y cuándo hemos cuidado esos vínculos. Incluso de si con el paso del tiempo los hemos actualizado.
Otro aspecto más allá de las conductas y acciones con que hemos actualizado esas relaciones, concretamente, estaría el aspecto de cuánto los “hemos pensado”, cuánto figuran en nuestro mapa mental, sino emocional.
Aspecto muy importante como test en las relaciones amorosas. En donde el amor pasional decrece sino se cultiva desde el amor prosocial.
Todo y así, las limitaciones de nuestras capacidades humanas hacen que no disponemos de tiempo y acción para atender con calidad a cada una de esas personas cuando superan un número determinado.
Lo que puede redundar en un aparente abandono de ciertas relaciones con probables decepciones en las expectativas de los demás respecto a nosotros,
Solo la dimensión espiritual puede por una parte superar esta limitación tratando de abarcar las muchas relaciones cultivando conscientemente en el pensamiento, en la meditación o en la oración religiosa esas presencias y relaciones.
Robert Roche
21 Junio 2017
La empatía y el abrazo cognitivo
Marzo 2017
En un reciente artículo tratábamos de la importancia de una actitud positiva en el «valorar siempre bien al otro» y de las dificultades que ello suponía, dadas nuestras tendencias cuando, debido, por ejemplo, a la convivencia o el conocimiento repetitivo de los fallos del otro, nos resulta muy pesado.
Y teníamos que recurrir a unos valores casi trascendentes para continuar en este empeño. Pero nos preguntábamos, cómo aterrizar en la aplicación de este valor o meta-valor.
Recientemente un buen amigo con mucha experiencia en la atención humana y espiritual a cientos o miles de personas me resumía el secreto para un diálogo profundo con el otro:
- Aumentar nuestra consciencia de que el otro es siempre un misterio, misterio que nunca podremos abarcar y comprender.
- Aplicar esta consciencia en nuestra comunicación con el otro, con una escucha profunda hecha de respeto, evitando el juicio sobre él, especialmente el negativo.
Aquí quisiera añadir algunos elementos facilitadores para convertir esta actitud en comportamiento concreto.
La psicología actual, muy focalizada en el redescubrimiento de la inteligencia emocional y la educación de la misma, está acentuando la necesidad de identificar y dar nombres a nuestras emociones y sentimientos, algo fundamental ya la educación de los pequeños para un desarrollo sano de la personalidad.
Pero no sólo: hay libros de autoayuda que subrayan la importancia de que se expresen libremente, tanto los positivos como los negativos, centrando la argumentación en el derecho de la persona a expresarse.
Cuando esta visión se enfrenta a la necesidad de establecer una buena relación con el otro, la expresión de las emociones o sentimientos negativos precisamente producidos por el otro, choca con la posibilidad de generar la empatía, palabra y concepto mágico de gran prestigio hoy en las relaciones humanas.
Hay que diferenciar aquí la empatía emotiva y la empatía cognitiva. Empatía emotiva personal es experimentar de algún modo la emoción del interlocutor y comunicárselo. Y empatía cognitiva es tratar de comprender al otro desde su perspectiva y desde sus creencias o valores o ideas y expresárselo.
La buena noticia es que los investigadores en neurociencias están descubriendo que los seres humanos estamos muy bien dotados para la empatía, pues tenemos como un “cableado” especial para ello que tendería a una aproximación al otro muy instintiva y favorable a la relación.
Algunos interpretan, sin embargo, que esta capacidad no está muy desarrollada en nuestras latitudes occidentales, precisamente debido a la cultura, el lenguaje, la religión, la moral, y las leyes y las normas que tienden a regular y controlar mucho los modos en que las personas se relacionan en el acercamiento positivo.
Un ejemplo es la regulación cultural de los modos de saludarnos y encontrarnos, que prevén formatos más esquemáticos como darse la mano, forma que mantiene un contacto con una distancia adecuada que permita una salutación cortés y educada incluso con personas no gratas.
Hoy se están recuperando formatos más espontáneos y libres que comprenden besos y abrazos, incluso más allá de personas vinculadas por parentesco o familia, que pueden favorecer una más rápida conexión que anticipe y presente unas buenas intenciones hacia la cohesión y unidad. Esta cercanía sería funcional porque no permitiría la agresividad o violencia, al menos inmediata. Dos enemistados o adversarios no se abrazan. Y si tenían la costumbre, pero se ha quebrado la relación, tratarán de evitarlo. Sin embargo, aquí nos acordamos del beso de Judas, con sentimiento de traición.
En principio se le podría dar la bienvenida a esta nueva sensibilidad respecto a los saludos, pues tiene la funcionalidad de actualizar de modo inmediato el vínculo afectivo, pero a condición de que el criterio para actuar en el iniciador siempre fuera el conocer la sensibilidad del receptor y su disponibilidad para recibir el abrazo. El máximo criterio de una acción prosocial es la aceptación y conformidad del receptor.
Así, pues, podríamos considerar el abrazo como una acción concreta para activar la empatía afectiva, quizás dormida, y ésta como elemento constructor de diálogo y fraternidad.
Es decir, la empatía para la que estamos dotados y que puede estar encubierta por la cultura y las formas, precisaría de un “agente liberador” y cooperativo como la empatía cognitiva, mental, no siempre emparejada con la emotiva pues no siempre tenemos ganas de tratar bien al otro.
Resumiendo, aun cuando la empatía emotiva es muy valiosa, finalmente será la empatía cognitiva, que motivada por unas creencias y valores muy fuertes como la prosocialidad o la estima radical de los demás y de cada uno que encontremos, puede integrar ambas empatías, profundizando, proveyendo significado intrínseco, para ampliarse a otras personas, incluso a los adversarios (Roche 2008)
Así, valiéndonos de la certeza acerca del potencial del abrazo físico que puede contribuir al acercamiento, despertando la empatía emotiva escondida, gracias a una intención cognitiva de ponerse en la piel del otro , podríamos proponer, aún mejor, el Abrazo Cognitivo, una actitud, un comportamiento funcional, probablemente expresado en comunicación verbal y feedbacks que transmitan, sin duda, la intencionalidad y voluntad de acoger la idea del otro, el pensamiento del otro, la realidad del otro, la alteridad.
Robert Roche
Cultivar el pensamiento positivo
En estos dias refuerzo mi consciencia y convicción científica que para mantener e incrementar nuestra aventura hacia devenir agente y lider prosocial, una de las vías más potentes y eficaces es la de cultivar (en catalán: conrear) el pensamiento positivo sobre y en los demás aún a costa de identificar y remarcar los aspectos positivos de entre los negativos del otro. Tenemos muchas posibilidades de acertar realmente pues el otro tiene en su interior cualidades como la honradez, la sinceridad, la coherencia según las cuales actúa muchas veces, aunque nosotros hayamos visto a veces lo contrario.
Con nuestro pensamiento positivo hacia él-ella, acogiendo sus palabras sin juzgarlas o interpretarlas, estamos cultivando, incrementando y consolidando sus bondades, pues reforzamos con buenos resultados en nosotros sus palabras y acciones positivas.
VALORAR AL OTRO
13 NOVIEMBRE, 2016
El mayor deseo de tu amado, de tu amada, es saber cuánto vale para ti, qué lugar ocupa en tu corazón, en tu vida.
Sólo la mirada positiva que posas en él, en ella, y sus gestos, aunque sean fallidos, puede permitirle que se cree una escala de valores.
(Fonte: Ti voglio bene. 36 parole per dire l’amore, di Charles Prince, Città nuova 2007)COMENTARIO PSICOLOGICO
Las valoraciones que hacemos del Otro pueden ser pensadas, sentidas, o intencionadas según unos criterios idealistas desde los valores que cada uno asume.
Estan sujetas a variaciones. Se me ocurren por lo menos estos factores: el paso del tiempo, el conocimiento y percatarse de la realidad actual, el sucederse de las interpretaciones sobre las conductas del otro en la cotidianidad, la exposición a los fallos del otro según la perspectiva propia, la acumulación de los mismos en el tiempo, la habituación a las conductas positivas del otro antes admiradas y deseadas por novedosas y satisfactorias.
En resumen el cambio progresivo de la percepción que uno tiene sobre el otro más allá de que el otro objetivamente esté o no cambiando respecto a lo que era y cómo actuaba cuando le conocí.
¿Cómo resistir estos factores demoledores para los sentimientos y emociones por otra parte tan necesarias para unas buenas relaciones y fortalecimiento de los vínculos? Son demasiado vulnerables, cambiantes . Hemos de buscar otros recursos. Y no podemos acudir más que a la racionalidad y la fidelidad a un Ideal. Los ideales religiosos o fuertemente humanísticos tienen un gran potencial porque se les ha situado fuera del propio criterio del yo, se les ha atribuido una trascendencia que va más allá de la voluntad propia: es como un meta-valor, un valor de valores. Pero cómo aterrizar en la aplicacion de ese meta-valor? Otro día tratare del abrazo cognitivo.
Robert Roche
RATOS DE BIENESTAR O FELICIDAD
23 OCTUBRE, 2016
Hoy me he despertado con un sentimiento de bienestar sólo de 4 sobre 10. Es decir, en el primer cuarto de hora de mi tiempo de hoy sobre un máximo de bienestar que podría puntuar o evaluar de 10 puntos, no alcanzaba ni el aprobado de 5. Este sentimiento o meta-cognición del estado emocional está hecho de sensaciones físicas y mentales: dolorcillos musculares o articulares, pesadez, “cabeza hueca”, pereza, percepción de lo que vamos a hacer, obligaciones del día anticipadas, tareas odiosas, pocas perspectivas de bienestar anticipado, falta de ilusión, pero también y preferentemente preocupaciones serias sobre nuestra salud o de nuestros familiares o anticipación de falta de recursos, especialmente económicos para afrontar nuestras necesidades.
Como vemos, pensamientos y emociones basadas en ocasiones por las dificultades serias de nuestra supervivencia y otras por cosas o temas, aparentemente, mucho más nimios.
En el segundo cuarto de hora, en torno a la toma del café, la puntuación se ha elevado a un 5. Y ya con la ducha, en el tercero, ya estaba subiendo a un no despreciable 6.
Estoy interesado en investigar cómo las personas, de distintas edades, género, condición, estatus, piensan en distintos momentos de su día, sobre su propio bienestar o felicidad. Más allá de que no es lo mismo bienestar o felicidad, tema sobre al que nos referiremos en otro momento, aquí escogemos especialmente el bienestar.
Probablemente ya hay aplicaciones del móvil que nos permiten medir nuestro bienestar del día en fracciones de 15 o 30 minutos, proporcionándonos un pitido programado al que hemos de responder evaluando con un número por ejemplo de 0 a 10.
Fácilmente cada uno, al final del día podría obtener una curva estadística de cómo evoluciona y comparando después de un mes podría conocer qué momentos del día son mejores, qué actividades estaba realizando, con quién o quiénes estaba interactuando etc.
No es ninguna novedad, hay investigadores que ya están encontrando conclusiones sobre el bienestar colectivo de determinadas poblaciones, países y relacionados con aspectos como los roles de género, ocupaciones, y sus diferencias con otras lo que permite atisbar influencias culturales, valores colectivos. Y no sólo son psicólogos los que están interesados en estas conclusiones para hallar medios y recomendaciones para elevar esta sensación de bienestar o felicidad. Los economistas tendrían mucho interés para saber si los beneficios sociales que un país regula por ejemplo en lo económico está influyendo en el bienestar general de la población. En esto hay sorpresas pues algunos políticos quieren saber si algunas políticas de mucho coste económico por el supuesto de que benefician mucho a la población merecen ser aplicadas cuando no se ve ningún crecimiento en la percepción de los ciudadanos.
¿Son los factores económicos, de salud o del amor, los que pesan más en la curva de bienestar durante el día? Aparentemente podríamos ya anticipar que sí. Pero hay muchas deficientes percepciones en estas suposiciones. Por ejemplo intuimos que si nos tocara la lotería elevaríamos nuestro bienestar o felicidad por ejemplo de un 5 habitual a un 8 habitual y sostenido. O por ejemplo si tuviéramos un accidente y quedamos inválidos nuestra percepción bajaría de un 5 a un 0 o un 1 continuo. Los estudios no llegan a esas conclusiones: después de un primer tiempo no muy largo de adaptación y aceptación, los promedios de las curvas del día vuelven a ser como las que habríamos tenido antes de esos sucesos tan satisfactorios o demoledores. No resulta que los afortunados premiados o los atacados por el infortunio, no tengan “cuartos de hora” desgraciados los primeros, o “cuartos de hora” de gran bienestar o satisfacción en los segundos.
Interesante cuestión. ¿Nuestra reflexión podría ser: cuál es el factor psicológico que está debajo de estas aparentes sorpresas? Presento tres títulos a desarrollar, sobre los que invito al lector para próximas entregas: El pensar sobre “el bienestar que experimento ahora” no es lo mismo que el pensar “sobre el bienestar recordado” ni tampoco sobre el pensar sobre “el bienestar anticipado o previsto”. Desde allí podremos quizás alumbrar una respuesta sobre ese factor psicológico misterioso y apasionante a los que los estudiosos están volcados. Me gustaría ahí poder aportar después, con qué contenidos podríamos dotar a ese factor para que nuestra vida pudiera mejorar desde un compromiso con los valores, encontrando un sentido y significado para vivirla.
Amigo lector, después de escribir esto, he subido ya a 7. Desearía que Vds. pudieran también, incrementar algún punto.
R.Roche
TRASCENDERSE
20 OCTUBRE, 2016
Que estoy pensando?
Hoy pienso y me emociono especialmente leyendo las maravillosas y hermosas palabras de este pregón del Domund pronunciado por una no-creyente, Pilar Rahola, en el marco impresionante del templo de la Sagrada Familia de Gaudí, cuyo texto copio más abajo.
Deseo felicitar a ella y al obispo que ha tenido la confianza de proponérselo a esta conocida escritora y tertuliana.
Aunque, personalmente, aquí, me detengo en un párrafo por el interés psicológico que para mí tiene:
…….!Qué idea luminosa, qué ideal tan elevado sacude la vida de miles de personas que un día deciden salir de su casa, cruzar fronteras y horizontes, y aterrizar en los lugares más abandonados del mundo, en aquellos agujeros negros del planeta que no salen ni en los mapas! ¡Qué revuelta interior tienen que vivir, qué grandeza de alma deben de tener, mujeres y hombres de fe, qué amor a Dios que los lleva a entregar la vida al servicio de la humanidad!…..
¿Qué idea tan luminosa, ….¿qué ideal tan elevado? ….¿qué revuelta interior sacude….?
Me invade un sentimiento de admiración por el ser humano que en su evolución ha alcanzado la capacidad de trascenderse tanto a sí mismo, a sus tendencias, a sus instintos a su biología, a sus condicionamientos, a sus emociones, a sus perezas, a su comodidad, a su zona de confort, en definitiva a sus límites,
que es capaz de convertir toda una vida, de transformarla, incluso a veces heróicamente, cambiando o apaciguando su propio temperamento, su egocentrismo o egoísmo sublimando su negatividad quizás, contra todo pronóstico, para seguir una idea intangible generada por su propia mente.
¿Misterio del cerebro humano, de la mente, del espíritu, del alma?.
¿Una palabra escuchada? ¿Un gesto admirable de otra persona? ¿Una experiencia vivida?
¿Una emoción? ¿Un sentimiento de compasión? ¿Una ilusión? ¿Una energía profunda, motivante surgida desde el interior? ¿Un deseo de dar significado a la propia vida?
Algo de esto o todo, en el surgimiento, formación, mantenimiento, consolidación de un Ideal, al servicio de los demás, que se prolonga a lo largo de toda una vida.
¡Admirable el ser humano.!
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