Hoy me he despertado con un sentimiento de bienestar sólo de 4 sobre 10. Es decir, en el primer cuarto de hora de mi tiempo de hoy sobre un máximo de bienestar que podría puntuar o evaluar de 10 puntos, no alcanzaba ni el aprobado de 5. Este sentimiento o meta-cognición del estado emocional está hecho de sensaciones físicas y mentales: dolorcillos musculares o articulares, pesadez, “cabeza hueca», pereza, percepción de lo que vamos a hacer, obligaciones del día anticipadas, tareas odiosas, pocas perspectivas de bienestar anticipado, falta de ilusión, pero también y preferentemente preocupaciones serias sobre nuestra salud o de nuestros familiares o anticipación de falta de recursos, especialmente económicos para afrontar nuestras necesidades.
Como vemos, pensamientos y emociones basadas en ocasiones por las dificultades serias de nuestra supervivencia y otras por cosas o temas, aparentemente, mucho más nimios.
En el segundo cuarto de hora, en torno a la toma del café, la puntuación se ha elevado a un 5. Y ya con la ducha, en el tercero, ya estaba subiendo a un no despreciable 6.
Estoy interesado en investigar cómo las personas, de distintas edades, género, condición, estatus, piensan en distintos momentos de su día, sobre su propio bienestar o felicidad. Más allá de que no es lo mismo bienestar o felicidad, tema sobre al que nos referiremos en otro momento, aquí escogemos especialmente el bienestar.
Probablemente ya hay aplicaciones del móvil que nos permiten medir nuestro bienestar del día en fracciones de 15 o 30 minutos, proporcionándonos un pitido programado al que hemos de responder evaluando con un número por ejemplo de 0 a 10.
Fácilmente cada uno, al final del día podría obtener una curva estadística de cómo evoluciona y comparando después de un mes podría conocer qué momentos del día son mejores, qué actividades estaba realizando, con quién o quiénes estaba interactuando etc.
No es ninguna novedad, hay investigadores que ya están encontrando conclusiones sobre el bienestar colectivo de determinadas poblaciones, países y relacionados con aspectos como los roles de género, ocupaciones, y sus diferencias con otras lo que permite atisbar influencias culturales, valores colectivos. Y no sólo son psicólogos los que están interesados en estas conclusiones para hallar medios y recomendaciones para elevar esta sensación de bienestar o felicidad. Los economistas tendrían mucho interés para saber si los beneficios sociales que un país regula por ejemplo en lo económico está influyendo en el bienestar general de la población. En esto hay sorpresas pues algunos políticos quieren saber si algunas políticas de mucho coste económico por el supuesto de que benefician mucho a la población merecen ser aplicadas cuando no se ve ningún crecimiento en la percepción de los ciudadanos.
¿Son los factores económicos, de salud o del amor, los que pesan más en la curva de bienestar durante el día? Aparentemente podríamos ya anticipar que sí. Pero hay muchas deficientes percepciones en estas suposiciones. Por ejemplo intuimos que si nos tocara la lotería elevaríamos nuestro bienestar o felicidad por ejemplo de un 5 habitual a un 8 habitual y sostenido. O por ejemplo si tuviéramos un accidente y quedamos inválidos nuestra percepción bajaría de un 5 a un 0 o un 1 continuo. Los estudios no llegan a esas conclusiones: después de un primer tiempo no muy largo de adaptación y aceptación, los promedios de las curvas del día vuelven a ser como las que habríamos tenido antes de esos sucesos tan satisfactorios o demoledores. No resulta que los afortunados premiados o los atacados por el infortunio, no tengan “cuartos de hora” desgraciados los primeros, o “cuartos de hora” de gran bienestar o satisfacción en los segundos.
Interesante cuestión. ¿Nuestra reflexión podría ser: cuál es el factor psicológico que está debajo de estas aparentes sorpresas? Presento tres títulos a desarrollar, sobre los que invito al lector para próximas entregas: El pensar sobre “el bienestar que experimento ahora” no es lo mismo que el pensar “sobre el bienestar recordado” ni tampoco sobre el pensar sobre “el bienestar anticipado o previsto”. Desde allí podremos quizás alumbrar una respuesta sobre ese factor psicológico misterioso y apasionante a los que los estudiosos están volcados. Me gustaría ahí poder aportar después, con qué contenidos podríamos dotar a ese factor para que nuestra vida pudiera mejorar desde un compromiso con los valores, encontrando un sentido y significado para vivirla.
Amigo lector, después de escribir esto, he subido ya a 7. Desearía que Vds. pudieran también, incrementar algún punto.